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Había un sueño llamado Roma




Ayer volvimos de Roma del viaje de fin de curso de 4º de ESO. Lo cierto es que ha sido un viaje completamente inolvidable, y no por la ciudad (que mira que es bonita) sino por el grupo de alumnos que he tenido la suerte de llevar.

Los profesores nos quejamos (y mucho) de la falta de educación con la que llegan los niños hoy en día, y como eso dificulta cada vez más nuestra profesión. Y no es para menos, si tenemos que dedicar tiempo a decir que hay que respetar a los compañeros, sentarse bien, respetar al profesor mientras habla etc etc, nos queda mucho menos tiempo para explicar ecuaciones, literatura, las guerras mundiales o inglés y francés.

Por eso cada vez la labor de los padres tiene más importancia dentro del aula, aunque no estén ahí. En estos 5 días, 24 horas con los alumnos, uno se da cuenta de lo bien educados que están por sus padres: Piden permiso para todo, respetan si les dices que no pueden hacer algo, llegan puntuales a todos los sitios, incluso más que los profesores. En la comida, momento siempre crítico, ni una sola pega, “esto no me gusta, pero es lo que hay y me lo tengo que comer”.
Así uno entiende porque estos alumnos sacan las notas que sacan, y como cualquier profesor, incluso yo, parecemos buenos al lado de ellos. Y es que la diferencia entre una clase con 30 alumnos educados y otra con la mitad que no lo sean, puede suponer una diferencia de varios temas que no puedes explicar.

Me encanta hacer estos viajes porque te reconectan con el alumno. Te ayudan a entenderlo mejor, a volver a la adolescencia. Hablas con ellos horas y ves que a lo mejor esa bajada de rendimiento escolar no es conformismo o relajación, sino algún problema fuera del instituto. O que esa mala contestación de aquel día, era porque había discutido con su novio o con su madre y recuerdas que tú hacías lo mismo. Vuelves a aquella época en la que nadie te entendía, especialmente los profesores, esos en los que tú ahora te has convertido.

Y es que esta conexión es clave y a veces se pierde. El año pasado mi compañero Agustín (que es uno de esos profesores que cuando habla uno sólo puede escuchar y aprender) me dijo que el tener hijos sólo un poco mayores a los alumnos le ayudaba entender mejor al alumno y manejar mejor las clases. Y es que a veces nos olvidamos de la importancia de la conexión.

Pero cuando uno se encuentra unos padres tan implicados, y unos alumnos tan bien educados como estos, todo es más fácil. No en vano, este 4ª de ESO siempre será recordado como el curso de los SUBLIMES.

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